Viviana Rahhal, la doctora que supo ir más allá de las fronteras académicas

Facultad de Ingeniería, CIFICEN (UNCPBA-CONICET-CICPBA), Olavarría, Buenos Aires. vrahhal@fio.unicen.edu.ar

Lleva la docencia en el ADN y siente que la FIO es su casa. Toca el piano y da cátedras sobre hormigones sostenibles. Es la doctora en Ingeniería Civil que soñaba con ser arquitecta pero hace 42 años desembarcó en Ingeniería para nunca irse. Vivió en España, viajó por el mundo y elige Olavarría para hacer. Habla con pasión y asegura no tener techo.

“La FIO es mi casa. Con mi promoción la vimos crecer, ladrillo sobre ladrillo”, dice Viviana Rahhal. La doctora que primero fue pianista y soñaba con ser arquitecta. Las vueltas de la vida, y la suya tuvo muchas, la ubicó en Olavarría donde estudió Ingeniería en Construcciones y un año después se formó en Civil. A fuerza de estudio y de becas se doctoró en Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica de Madrid, después de trabajar en el LEMIT (Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica), en La Plata. Pergaminos no le han faltado; experiencia tampoco. Hoy, a los 60, tiene esa pasión intacta.

Nació en General Alvear y es la anteúltima de cuatro hermanos. Heredó de su padre libanés, al que perdió cuando tenía 6 años, las ganas desmedidas de hacer sin dejar de admirar a su madre, que “sola nos sacó adelante”, haciéndose cargo de sus hijos y de la tienda familiar.

Investiga, guía a tesistas de Olavarría y la región, y también de España. Aún sigue estudiando y dando clases de grado y posgrado en la Facultad de Ingeniería. “La docencia es algo innato en mí”, expone con orgullo.

Recuerda que en la secundaria preparaba a varias compañeras y compañeros que batallaban contra las matemáticas y la química. Por entonces, no imaginaba que algún día se graduaría con honores en España. Tampoco planeaba ocupar cargos de gestión en la FIO llegando a ser Consejera, Jefe del Área de Materiales, presidente del Consejo Departamental, responsable del Laboratorio de Materiales de la FIO y Secretaria Académica, entre otros. Este año fue reelecta como Directora del Departamento de Ingeniería Civil y Agrimensura, integra la Comisión de Posgrado del Consejo Académico, y dirige el Doctorado de la Facultad de Ingeniería.

 

“Nunca sentí límites”

“Acá el techo se lo pone cada uno”, afirma una y otra vez, horas antes de conectarse para asistir a una reunión de la Asociación Argentina de Tecnología del Hormigón, de la que es tesorera. A su derecha, hay una biblioteca poblada de libros y carpetas, un par de fotos (de esas que son necesarias) y la notebook siempre a mano, sobre el escritorio. A ese paisaje cotidiano, ahora le suma la estatuilla “Dina Pontoni” que el Concejo Deliberante le entregó en el marco del Día de la Mujer por su compromiso con la Educación, la Ciencia y la Tecnología. “Es un reconocimiento que no pensé que me iba a movilizar tanto, me gratifican mucho los comentarios de la gente”, admite y se le anuda la voz.

“Nunca sentí límites, cuando estuve en el LEMIT era la única mujer en el área ligantes. Igual, en mi promoción de grado en la FIO, éramos varias mujeres. Creo que los límites están en la cabeza de cada uno. Yo nunca sentí un techo”, asegura, repasando su tránsito desde Olavarría, obteniendo su título de grado, pasando por La Plata donde desarrolló investigaciones en el LEMIT y, finalmente mudándose a España donde logra su Doctorado en Ingeniería.

Lleva décadas poniendo bajo la lupa a los materiales en general y a los de construcción en particular, haciendo ciencia destinada a optimizar la construcción de obras e investigando la resistencia del hormigón en presas y diques.

“Buscamos resolver problemas o, por lo menos, escuchar para tratar de ayudar”, comenta mientras sonríe tímidamente. Prefiere mantener el perfil bajo y la vara bien alta. “Hago lo mejor que puedo todos los días y nuestra misión es sacar los mejores graduados y la mayor cantidad de egresados. Queremos que la gente estudie contenta y trabaje feliz”, pregona casi como un mandato aunque es consciente de que no es nada fácil.

Lugar de privilegio

“Acá estamos en una burbuja”, acota de repente y mira a su alrededor poniendo en valor la alianza emocional que han formado entre compañeros y con los estudiantes. Es más, aclara que “la FIO me salvó de la pandemia. Cuando anunciaron que la Minería era esencial armamos un protocolo para seguir haciendo los ensayos para las canteras de piedra. Veníamos lunes, miércoles y viernes, con dos alumnos que se turnaban a la mañana y a la tarde. Mi vida es esto”.

“No me puedo quejar”, responde y se sonríe mientras aclara que tiene sobrinos que son como esos hijos que en su momento fueron buscados pero no llegaron. “No me iría del país, acá tengo todos mis afectos”, valora… Después de esa breve pausa, vuelve sobre su General Alvear y cuenta que la Promo 79 no para de “hablar” en el WhatsApp y más ahora que nos hacemos más grandes.

Ejerció la profesión dedicándose a la educación, la ciencia y la investigación. Se define como desacartonada porque prefiere evitar hojas de ruta a largo plazo y “vivir el momento”. Se nutre de la ida y vuelta con docentes y estudiantes porque “eso me da una enorme riqueza interior; si no, ¿para qué estamos?”.

“Este es un lugar de privilegio: Le estamos enseñando a chicos que quieren aprender”, expone con entusiasmo y feliz de “ayudar a los estudiantes a que se reciban”.

“El conocimiento no tiene fronteras”

Su valija está abarrotada de viajes, académicos y de los otros. Grecia, Dubai, Egipto, Turquía, Perú, Praga, Rumania, Bélgica y Noruega aparecen entre los destinos que visitó. “Me gusta pasear. He conocido mucho, muy a mi aire, dirían los españoles”, explica, dando cuenta de que Marruecos le dio vuelta la cabeza, por ser una cultura distinta y porque la conectó con sus raíces. Sin embargo, su corazón permanece anclado en “esta pampa, tan llana pero tan nuestra”.

Ve las huellas de sus investigaciones sobre hormigones masivos que le dan, por ejemplo, forma a un dique, o en obras licitadas por diferentes empresas cementeras. “Recibimos consultas de distintos lugares de Argentina, y también del exterior. El conocimiento y la colaboración no tienen fronteras”, apunta. Niega enfáticamente que el cuidado del ambiente sea una moda: “Tenemos la sustentabilidad incorporada en las venas, es algo natural, lo hemos estado haciendo siempre”, remarca.

Dentro y fuera del laboratorio, en Olavarría o España, “ayudar a los chicos a que se reciban es muy lindo. Ya tengo dos doctoras en Olavarría, que son como mis hijas”, y se le infla el pecho cuando cuenta que siempre está en contacto con César, su primer doctorando en España a quien abraza con el alma.

Viviana Rahhal, la del apellido con dos haches, jamás pensó en desandar el camino de su padre porque, como él, siente que la Argentina es su lugar en el mundo.

Viviana Rahhal, la doctora que supo ir más allá de las fronteras académicas