Por Alejandra Benítez, Directora Técnica, Tecnología del Hormigón y Aglomerantes, INTI (abenitez@inti.gob.ar); y Luis Fernández Luco, Profesor Facultad de Ingeniería, UBA (lfdezluco@gmail.com)
Muchos de nosotros conocemos a Gabriel desde hace muchos años. En este momento, el recuerdo no roza su tarea profesional, ciertamente de excelencia, para lo cual podríamos recurrir a su CV, sino que navega en anécdotas, fruto del afecto que se ganó tras compartir muchas horas dentro y fuera del trabajo.
Durante los 11 años que tuvimos la oportunidad de trabajar con él, disfrutamos el día a día, compartiendo la misma oficina y los mismos laboratorios.
Su sentido del humor, ironía y esa habilidad para encontrar la palabra justa en el momento apropiado, ya fuera una broma o una reflexión más seria, lo caracterizaban. Sus intervenciones daban esa nota de frescura al trabajo cotidiano, no siempre tan ameno como esperábamos. Pero detrás de ese humor agudo, siempre yacía su rigor técnico y su responsabilidad profesional, que ejercía de manera cabal.
Demostraba su humanidad con generosidad y empatía y superaba con voluntad y entereza las dificultades que podían surgir. Formábamos un “cuarteto” singularmente sólido en esa División Tecnología del Hormigón, del Departamento de Construcciones del INTI, allá por 1986 en adelante, con Leonardo Checmarew como jefe, Luis Fernandez Luco, Gabriel Mansilla y yo. Con empatía y generosidad, Gabriel cohesionó al grupo y vivimos una época llena de buenos recuerdos. Su paciencia, sagacidad y fino humor fueron siempre sus características, tanto en el ámbito laboral como fuera de él. Asimismo, compartimos visitas y charlas técnicas organizados por la AATH a Piedra del Aguila y Yacyretá, obras emblemáticas de fines de los 80, en las cuales Gabriel tuvo una participación relevante, siendo en algunos casos esas experiencias compartidas en presentaciones en congresos.
Al escribir estas líneas en forma de humilde homenaje, nos vienen a la memoria momentos de su vida tales como su alegría cuando iba a nacer Martín, su hijo, y la emoción del nacimiento de Pilar, la lucha por mantener la actividad en tiempos tan difíciles como el fin de la época de construcción de grandes presas, el vaciamiento de personal debido a los retiros voluntarios y el intento de reinventarnos como institución; siempre, su voluntad, creatividad y empuje fueron relevantes para continuar hacia adelante.
Más tarde, en 1998, el mundo del hormigón le brindó la oportunidad de crecimiento que merecía y comenzó una prolífica carrera en la empresa privada que, sin embargo, no lo hizo olvidar de ayudar siempre a quienes le consultábamos algo. Por suerte, continuamos vinculados desde los diferentes lugares que compartimos, como la participación en congresos y en los comités de normalización. La partida de Gabriel, sin duda alguna, ha dejado un espacio difícil de llenar en la Tecnología del hormigón, pero mucho más aún en lo humano ¡Otros compañeros podrán continuar su semblanza, porque estamos seguros que cada uno tiene recuerdos positivos y a la vez diferentes de Gabriel, así que, para ser breve, sólo querríamos decir un “gracias, y hasta siempre”!